Holi, una relación amor odio

Por Agnes Bun, videoasta y reportera de AFP


Nueva Delhi - ¿Qué podría no gustarte de una fiesta en la que se lanza agua y polvo de colores a unos completos desconocidos? Es como volver a la infancia, ¿no? Pues… no exactamente. O no cuando eres un periodista que cubre el festival hindú Holi, en India.


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Lo cierto es que llevo dos años trabajando para la Agencia France-Presse en Nueva Delhi, y todavía no tengo claro si me gusta, o si lo odio.

Cuando ves por primera vez los videos y las fotos, Holi parece una misión divertida. Se trata de la alegre celebración, a mediados de marzo, de la llegada de la primavera y de la victoria del bien sobre el mal, un festival de colores que se celebra fundamentalmente en el norte del país.

Las festividades duran toda una semana y la diversidad de los eventos me fascina. Además de ver el conocido lanzamiento de polvo pigmentado, Holi me ha permitido viajar a localidades rurales remotas donde he podido ver cómo unas mujeres golpean a hombres con palos y se arrancan las camisas -todo un espectáculo en una sociedad tan conservadora y patriarcal-, o cómo un hombre sagrado cruza una hoguera de seis metros de alto y sale sin un rasguño mientras yo me quemo las manos grabando la hazaña desde una azotea a metros de distancia.

Holi, una relación amor odio

En un país ya tan colorido como es India, la celebración de lo que también es conocido como el ‘Festival del Color’ solo puede ser un festín para la cámara, que puede conseguir una imágen fantástica, y para la producción de vídeo. El ambiente fiestero del evento conjura, además, imágenes de multitudes felices caminando por las calles, igual que el Songkran de Tailandia o el día de los Muertos en México. Imaginen música, bailes enloquecidos y un caos controlado: no puede ser sino una experiencia divertida.

Holi, una relación amor odio

Sin embargo, cuando comenté esto a mis compañeros indios en mi primer año, me di cuenta de que muy pocos compartían mi entusiasmo y muchos incluso mostraron un verdadero odio por el evento. Ahora, con tres festivales de Holi a mis espaldas, empiezo a entender por qué.